lunes, 8 de junio de 2009

El testigo


Señalamos en el título sobre La Manifestación, que tanto los actores como el público son destinatarios de un mismo fenómeno. Con una sola voz, todos los hacedores de la obra, podríamos decir: “¿Acaso era yo quien hablaba? ¿No era, también yo, un oyente?” (J. Gibran)
Si bien los actores ya saben el recorrido que les toca, si bien ellos realizarán las acciones (actuarán), y los espectadores observarán, oirán, contemplarán, no es menos cierto que el suceso con su calidad de vibración y de energía, de penetración en otras densidades de la realidad, de impresiones irreconocibles y de éxtasis consciente, es único e irrepetible por ese sólo tiempo que dura la obra para los dos. Porque en su definición más simple, testigo es la persona que presencia o adquiere directo conocimiento de una cosa. “Lo que nos fue dado aquí, lo conservaremos. Y, si ello no basta, deberemos reunirnos de nuevo y juntos tender nuestras manos hacia el dispensador.” (Nuevamente J. Gibran)
Claro que en el hecho de convocar a testigos se materializa además, el fin del proceso; la llegada a la meta del camino, el cierre de toda una vuelta por la espiral ascendente que representaría el volumen de un cono. Volvamos a disecar la palabra: conocer, igual: “ser- cono”.
Esto es -igualmente- devolución: “yo” que vengo de “ellos” (la masa indiferenciada), me he unido a mis compañeros (La Visión) para formar un “nosotros”; ahora este nosotros llama a “ellos” para buscar un nuevo yo, un futuro buscador de alturas. El teatro desconocido es aquella memoria esencial, viviente, que mueve al despertar y al recuerdo del espectador para que afloren en él las imágenes de los mitos de enseñanza, perdidos en la noche del olvido de su conciencia.
Dentro de este teatro inexistente, que tomará la forma única y estrictamente necesaria, ya vimos que el actor no es ni será nunca un personaje: será por vez primera él mismo, porque caerá bajo la mirada del “otro”; del otro cuya tarea es justamente “mirar”. El espectador testigo, estará entonces y por idéntico mecanismo, viéndose a sí mismo con la mirada del otro; del mismo otro que él no permite o no tiene la costumbre o el coraje de dejarle “mirar su vida”. Toda persona, aún la más cerrada y parcial, la más negada e hipócrita, la más dogmática o terca, sabe cuándo y en qué circunstancia se ha visto como es: sólo queda el reconocimiento y la aceptación de esa visión para que se produzca el cambio, la transformación, el andar cierto hacia el perfeccionamiento de su ser. Esta exigencia que fue tan dura para los actores durante todo el tiempo de trabajo, es la misma exigencia que tendremos para ellos.
Porque generalmente se cuestiona el lenguaje -en este caso el del teatro- pero pocas veces a quienes lo reciben: evidentemente un teatro desconocido requiere de espectadores con necesidad de descubrimiento. Nuestro teatro será absolutamente estéril para la sociedad que consume respuestas como digiere electrodomésticos o vanidades publicitarias. Seguramente así como se crea un teatro diferente, habrá que crear el público que le corresponda; esto sin tener pretensiones sociales cuantitativas ya que inevitablemente la mayoría seguirá tomando el teatro como espectáculo, como distracción, como entretenimiento. De allí que no se deba desear lo que forma parte de otras variantes o alternativas: esta posición en cuanto al espectador y su rol, debe comprenderse como punto de partida y punto de llegada para el creador; porque en definitiva vuelve práctica la ética, concreta el pensamiento que se tenga sobre el arte, la concepción de la verdad y de la existencia en general.
Esta mirada desde el mismo lugar -que abarca tanto a actores como espectadores- opera en la recuperación e integración a la conciencia originaria, la del Principio, la edénica. Y a su manifestación comprobable experimentalmente a través del fenómeno y de la cual se puede dar fehaciente testimonio. En un caso como productor del hecho y en el otro como testigo del mismo.
Nadie sueña ni debería soñar con que una presentación teatral pueda modificar definitivamente a alguien, pero sí es posible imaginar que sirva de referencia para una acción futura en este sentido. Otros lo han hecho por nosotros, hemos tenido la providencia de continuar. A ellos y a nosotros: gracias.

No hay comentarios: