lunes, 8 de junio de 2009

El impulso


Una de las técnicas básicas en este régimen, es el ejercicio que llamamos el impulso. Describiremos una experiencia por todos conocida que servirá para identificarlo: antes de dormir, en el tránsito entre la vigilia y el sueño (nos referimos por supuesto al sueño y a la vigilia como se diferencian comúnmente; no estamos hablando de la verdadera vigilia -calidad de despierto- en contraste con el sueño permanente en el que vivimos, por la ausencia de observación consciente), se suelen producir unas descargas eléctricas en el cuerpo -semejantes a impulsos involuntarios- que nos sacuden y tienen su origen en partes perfectamente reconocibles: un brazo, el cuello, un pie. Estos bruscos estímulos de energía son más frecuentes en la medida de una mayor fatiga corporal: cuanto más cansados estamos y el cuerpo más “despegado” se encuentra de nuestro control, más constantes son estos impulsos espasmódicos. Llamo la atención sobre el hecho de que vuelve a presentarse el tema del agotamiento físico como condición propicia para un trabajo (habrá todavía más oportunidades de insistir en el mismo asunto).
Esto que nos sucede ocasionalmente, tendremos que producirlo ahora de una manera consciente, a través de la práctica constante: bajo la conciencia de sí, deberemos desprendernos del control de la voluntad y esperar a que se manifiesten estos impulsos. Sin duda estaremos trabajando con la frecuencia de energía electromagnética acumulada en el organismo y que tiene su centro en un lugar del cuerpo -posible de ser localizado con claridad- el que habrá de descubrirse en la misma experimentación del ejercicio, ya que sería ir contra la propuesta del autoconocimiento, indicar por nuestra parte dónde está situado dicho centro. Al fijarse la atención y la conciencia en este sector ya identificado, dicho centro comenzará a actuar facilitando la aparición de los impulsos.
Con el correr del tiempo y el entrenamiento en la producción de los impulsos físicos, se podrá extender su radio de acción a otras formas expresivas: el sonido, las emociones, los pensamientos, la palabra, el gesto. Los sentimientos expresados a impulsos, pueden conmovernos con un nivel desacostumbrado de sensación: un texto dicho bajo la misma mecánica, mostrará otros lenguajes dentro del lenguaje utilizado rutinariamente. En todos los casos tendremos resultados sumamente valiosos para el futuro creador.
Parecería arriesgado medir las posibilidades individuales por una sola práctica, no obstante la capacidad de comprensión y de ejecución del ejercicio de los impulsos es -dentro de este trabajo- un medidor de si existe o no correspondencia, entre esta proposición para la creación y el individuo que aspira a seguirla: una temprana definición en este orden, ahorra mucho tiempo de errores, tanto a la persona como a un grupo en gestación. Quizá por eso el ejercicio cuesta mucho a algunos, mientras otros lo realizan con poca dificultad. Por su parte, estos practicantes que han logrado experimentarlo generalmente no preguntan nada, conmocionados por lo que han vivido se repliegan en sí mismos para entrar en reflexión. En cambio, quienes no han podido hacerlo, interrogan inmediatamente (llenos de dudas, a veces molestos) sobre el sentido o alcance del ejercicio, sobre sus efectos y la utilidad para el proceso.
Estas dos actitudes tan diferentes, son elocuentes por sus consecuencias igualmente tan opuestas para el desarrollo general del proceso: cuando se ha encontrado una respuesta vivencial, se acaba la pregunta, sobreviene el silencio; cuando no se tiene ninguna, se echa mano de la explicación racional, la del intelecto aislado y solitario como única forma de apagar la incertidumbre. Esto es contrario a un camino de búsqueda, lo invalida, lo anula y hasta lo pervierte.
Lo dicho, ayudará a curar el deseo de saber anticipadamente -sin haberse experimentado- los efectos de este o cualquier otro ejercicio. Toda enseñanza exige obediencia y docilidad a sus normas, requiere de su cumplimiento leal si se quieren obtener resultados reales de aprendizaje: jamás un necio o arrogante que se resista a cumplir tareas creyendo saberlo todo, podrá acceder a la posibilidad de evolución.
A modo de clasificación dentro del orden del proceso, podríamos señalar justamente por todo lo anterior, que el de el impulso es el primer ejercicio absolutamente propio del teatro desconocido: su práctica dirigida genera con potencialidad la manifestación creadora. Tal vez, sea la estrecha puerta de entrada al misterio de lo virtual.

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