Existe, para el sistema que seguimos, el concepto de trabajo: así como se obra para modificar la naturaleza mediante una actividad llamada en general trabajo, también el creador del teatro desconocido obrará, en este caso con su propia naturaleza. Este obrar tiene como fin conseguir que esa naturaleza no obstaculice el camino de retorno a la originalidad como fuente expresiva: trabajar pues, significa restablecer progresivamente -mediante las distintas técnicas- ese contacto milagroso.
Y es bueno saber que estamos en desventaja: la fuerza de “gravedad”, aquella que nos atrae hacia el centro del planeta es -a veces- irresistible por el placer que ejerce el abandono del cuerpo al llamado de su madre, “polvo eres y en polvo te convertirás” es el triunfo de la muerte y de la tierra. El ascenso supone una constante lucha contra la materia; la resistencia jamás se anulará, la tendremos vigente bajo nuevas apariencias en cada tramo del camino. Sin embargo, esta disputa tiene también su sabiduría como parte del mismo conocimiento: si se estableciera una oposición frontal basada exclusivamente en la voluntad o en el forcejeo, saldríamos sin ninguna duda derrotados. Primero habrá que ver todas las particularidades en que ella -mi naturaleza física- se muestra, y los alcances que tiene; más adelante, cuando describamos las etapas de creación de la obra, entenderemos mejor esto porque precisamente en una larga fase inicial, se propondrá hacerle caso rigurosamente al suceder.
Luego -en la medida que descubramos sus incidencias, efectos y vinculaciones- será el tiempo de conducir esta naturaleza hacia las necesidades de la expresión creadora. Hay un ejemplo que viene muy a propósito de lo que se quiere decir, es la técnica de la pesca: si no permitimos al pez que ha mordido el anzuelo, creer que puede escapar soltándole la cuerda como si aún estuviera en libertad, ésta se reventaría por la tensión ejercida. En su loca carrera el pez se “agotará” (volveremos sobre esta condición del agotamiento); entonces con poco esfuerzo y fluidamente, podremos atraer hacia nosotros la presa. Esta operación se repetirá tantas veces como sea necesario, hasta que por fin -ya sin batallar- se extraiga el pez del agua.
Pero hay que recordarlo, toda ejercitación de ensayo será sometida a la prueba de la vida cotidiana, ya que ningún punto de crecimiento o de ascensión estará asegurado carnalmente, hasta que no haya sido comprobado o expuesto en este tipo de vivencias. Es la acción, son los hechos dentro y fuera del teatro, los que darán finalmente testimonio de lo aprendido y la verificación de que marchamos en unidad.
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