MANIERISMO:
Para contestar la pregunta inicial del trabajo me resulta necesario, abordar en una primera instancia el concepto de manierismo.
El término “manierismo”, se aplica fundamentalmente a la corriente artística, que surge aproximadamente en 1530, el problema radica en la superposición del Manierismo y del Barroco, superposición que tiene lugar entre los años 1570, y 1610, aproximadamente. Dicha superposición hace que sea muy difícil establecer las diferencias entre estas dos corrientes.
Ambos términos: Manierismo y Barroco, adquirieron connotaciones peyorativas, en un principio; y la confusión entre ellos fue propulsada por muchos críticos destacados. Muchos autores incurren en el error de hablar de obras “barrocas”, en los casos de sus evidencias manieristas. La confusión de manierismo y barroco en la literatura, comienza con Wolfflin, quien en su obra Renacimiento y Barroco, designa como barroco el manierismo de Tasso.
Se ha señalado que en el alto Renacimiento se hallan a menudo entrelazadas indisolublemente tendencias manieristas y tendencias barrocas; ambos estilos tienen su origen en la crisis de los primeros decenios del siglo XVI: el manierismo, como expresión del antagonismo entre las corrientes espiritualistas de sensualistas de la época; el barroco, como un intento de conciliación o equilibrio, provisional o inestable siempre, de esas mismas corrientes opuestas. En tal sentido, Hauser recuerda que manierismo y barroco son “tendencias que, en el fondo, surgen simultáneamente…dirigidas contra el espíritu clásico. Ambas son expresiones del dualismo agudizado entre valores espirituales y valores corporales, cuya armonía había constituido precisamente la garantía más importante para la subsistencia de la cultura renacentista”[1]
Debe quedar en claro que Manierismo y Barroco son dos corrientes distintas las cuales no pueden considerarse una unidad. Si es verdad que el Manierismo anticipa muchos elementos del barroco, así como también el barroco conserva en sí muchos elementos manieristas.
Ahora bien, para comprender el surgimiento del manierismo, debe entenderse primero la crisis del Renacimiento. Crisis que afecto a todos los planos: político, económico y social. Los motivos de la crisis del renacimiento, fueron varios, los cuales pasaré a explicar.
En primer lugar Italia se convierte en el campo de batalla de Europa, y luego es enfrentada por dos potencias: España y Francia. Así Italia se convierte en un espacio dividido, lo cual ocasiona el desmoronamiento del ideal renacentista en su propia cuna. La realidad italiana, impide un lugar para los ideales renacentistas.
Otro factor decisivo fue la Reforma Protestante de 1517. Lutero colocó en la puerta de la Iglesia los puntos cuestionados de la misma. Dicha manifestación produjo la fragmentación de la Iglesia, hasta el momento vista como símbolo de unidad religiosa. La unidad religiosa cristiana se ve afectada por los conflictos de los diversos grupos religiosos. A la larga este conflicto, pasa de ser un mero debate, a convertirse en una verdadera guerra de religión entre católicos y protestantes.
De todas formas el protestantismo, es una expresión del individualismo renacentista. Una muestra de ello, es la traducción que realiza Lutero de la Biblia al lenguaje popular para que todos puedan leer la Biblia e interpretarla.
Lutero insiste en la buena fe y en las buenas obras, que le daban al creyente cierta fe en la salvación divina; de esta manera se mantenía el orden moral y religioso.
Pero, el protestantismo, sólo insiste en la fe. Es decir, la salvación ya no es cosa de los hombres, sino que Dios ya ha elegido a aquellos que se salvarán; lo cual provoca la duda en los creyentes. La única prueba valida para el individuo es comprobar su éxito en el mundo terrenal, lo cual esta estrechamente vinculado con la moral capitalista. El éxito del hombre, es una señal de haber sido el escogido por Dios. De la misma manera que la desgracia humana, es un mero resultado del abandono de Dios, o de su no elección. En consecuencia de ello, el hombre ni siquiera puede apostar por su salvación.
Otro acontecimiento importante es el saqueo de Roma en 1527. Dicho saqueo fue llevado a cabo por las tropas de Carlos V, “el defensor de la verdadera fe”, del catolicismo. El Papa es perseguido por Carlos V, por no apoyar ciertos objetivos políticos. Roma es saqueada por “el campeón del catolicismo”, lo cual es señal de un mundo al revés. Las apariencias están disociadas del verdadero ser, lo que provoca la crisis de los ideales y del optimismo renacentista.
Otro motivo de la crisis, es la difusión de la teoría heliocéntrica, propuesta por Copérnico. El sol pasa a ser el centro del universo y ya no la tierra, como se creía. Pero la Iglesia apoyaba la teoría de la tierra como centro del universo, ya que esta reforzaba y contribuía con la enseñanza religiosa. Para la Edad Media, lo perfecto es lo inmóvil, de ahí la defensa de la idea, de la tierra como algo fijo y estático.
Ante está nueva teoría la Iglesia sintió amenazada la enseñanza religiosa, incluso sintió que la misma Biblia estaba puesta en entredicho. Por ello Copérnico lo planteo como teoría, a pesar de que estaba convencido de lo que decía.
A nivel intelectual, el impacto de esta teoría provocó gran difusión de la noción de “infinito”. El cristianismo reservaba esta noción a Dios, pero en el siglo XVI, la noción de infinito también es aplicada al universo.
En medio de esta crisis, el humanismo del Renacimiento no elaboro una explicación sistemática del mundo. La visión racional, independiente de la religión, no está sistematizada, por lo tanto no hay ningún tipo de estabilidad, ni desde la religión, ni desde lo mundano y lo racional.
El manierismo es la expresión artística de esta crisis. En esos términos lo plantea el intelectual francés, René Huyghe; el autor planteaba que el comienzo del manierismo, tuvo lugar cuando el hombre del Renacimiento llegó a la cumbre de sus expectativas, miró hacia abajo y vio un precipicio, la vida, lo cual hace que el hombre caiga en un terrible estado de angustia.
Después de la caída económica de Italia, de la decadencia de la Iglesia a causa de la Reforma, de la invasión de Francia y España; ya no se podía sostener la noción de equilibrio y estabilidad propuesta por el Renacimiento. En Italia se vivía un ambiente caótico, que pronto se expandió por todo el Occidente.
Este clima de desequilibrio, por supuesto, que afecto al arte. Las fórmulas de equilibrio provenientes del arte clásico resultan insuficientes para este nuevo mundo dominado por la angustia y la inseguridad. El sentimiento de inseguridad, explica su afán contradictorio con el arte clásico. El estilo del manierismo, consiste en reconocer en la imitación de los modelos clásicos, un distanciamiento con respecto a ellos. Los artistas manieristas rompen con la regularidad y armonía del arte clásico, porque se los exige el mundo en el que viven.
Así define Hauser al manierismo: “El manierismo es en este sentido la primera orientación estilística moderna y la primera que está ligada a un problema cultural y que estima que la relación entre la tradición y la innovación es tema que ha de resolverse por medio de la inteligencia”. [2]
El manierismo, también implica la crisis del humanismo. Lo que los humanistas valoraban más de los autores clásicos era la restauración de la fe en el hombre, apostaban a la confianza en la esencia moral del hombre. El carácter antihumanista del manierismo reposa en la destrucción de la fe en el hombre.
También entra en crisis la noción de conocimiento. La inteligencia plantea más problemas que certezas, volviéndole de esta manera, también inseguro el conocimiento y la verdad. El mundo y la realidad padecen permanentes cambios, impidiendo acceder a una verdad definitiva. El hombre está totalmente incapacitado para establecer alguna verdad, lo único que puede hacer son ensayos, hasta de su propia individualidad, recordemos los Ensayos de Montaigne.
Se da una subjetivización del conocimiento, este se hace múltiple, impidiendo el acceso a verdades definitivas. Para el Renacimiento la inteligencia era el gran instrumento, pero para el manierista, no resulta ninguna garantía. El conocimiento se problemática tanto, que el hombre manierista no pueda pasar de la reflexión a la acción.
En las obras de Shakespeare, es indudable la expresión del mundo manierista. Shakespeare es capaz de combinar el naturalismo y el convencionalismo, dicha combinación nos lleva a una forma manierista del teatro shakesperiano. El manierismo en Shakespeare se ve reflejado en las hipérboles, en las antitesis imposibles de superarse, y sobre todo en el derroche de intelectualidad.
Son muchos los aspectos en los cuales la crisis manierista se ve reflejada en la Dinamarca de Hamlet. La Dinamarca de Hamlet es el mundo manierista hecho crisis.
Hamlet personaje, se convierte en el tipo manierista por excelencia. Es el típico característico melancólico, y su discurso esta fundado, a lo largo de toda la obra, sobre la antitesis.
Recordemos que el mundo manierista se basa sobre la paradoja y la antitesis constante. Es la paradoja constante lo que revela el carácter manierista de una obra artística. Entiéndase como paradoja, la unión de posiciones opuestas inconciliables.
De la misma manera, que hamlet padece una especie de polaridad entre lo que hace y lo que desea hacer, además de la ambivalencia en todas sus actitudes. Hamlet se mueve entre la dialéctica del ser y del parecer. Es decir, reconoce ser el hijo de la victima, y conocer al asesino de su padre, lo que lo lleva a la decisión de vengarse; pero de todos modos, ese conocimiento y la capacidad de razonamiento del personaje, es lo que le impide actuar. En relación a lo dicho, resultan apropiadas las palabras de Debois, en su intento por definir el estilo manierista: “El arte manierista es el producto de una dialéctica del deseo y la impotencia de satisfacerlo, que se resuelve en una búsqueda de presencia indefinidamente diferida”[3]
Para identificar más los rasgos manieristas en Hamlet, es necesario acudir a los monólogos, tan característicos en las obras de Shakespeare, y en general en el arte teatral. El monólogo es una clara expresión del individualismo de la época, ya que el eje de la tensión se desplaza hacia el interior del individuo. Corresponde a la expresión auténtica del personaje, porque permite que el público conozca realmente al personaje.
Es muy significativo que tomemos como representante manierista a una tragedia, como lo es Hamlet. El Renacimiento es un mundo donde las tragedias no tienen lugar, porque hay carencia del conflicto, debido a la confianza del hombre en sí mismo. Por ello las tragedias del Renacimiento son académicas, imitan a las tragedias griegas, pero no aparece el verdadero sentido de lo trágico. En el Manierismo ese equilibrio, se rompe, y la confianza del hombre en sí mismo también desaparece. El individuo se encuentra en un total desamparo, provocado por la ausencia de Dios, es él quien tiene que construir su destino; precisamente el conflicto radica entre los hombres.
Esa soledad característica del tipo manierista, se trasluce en el propio Hamlet. No tiene ningún tipo de apoyo, y cuando lo tiene no le sirve de nada, incluso lo conduce al desastre. En ese mundo caótico, terrible, lo único que puede hacer Hamlet es mirar hacia adentro, para tratar de ver lo claro en él, aquello que no puede hacer con respeto al mundo. El individuo manierista no puede creer en nada, todo a su alrededor es engaño y traición, por ello la búsqueda en su interior.
De allí nace la necesidad del monólogo como un modo de indagar en uno mismo, para intentar llegar a una decisión. Es precisamente esto lo que le pasa a Hamlet; su mundo esta en crisis total, todo a su alrededor se ha vuelto confuso, carente de argumentos y de criterios. Los monólogos de Hamlet personaje, son un claro exponente de los rasgos manieristas.
Desde los rasgos esenciales del personaje, se reflejan rasgos manieristas. Es significativo que Hamlet siempre este vestido de negro, lo cual es símbolo de su estado de ánimo melancólico. Además es muy significativo que estudie filosofía, lo cual refleja su inclinación hacia la reflexión. Es justamente allí donde radica la dificultad del conocimiento.
Ya desde el inicio de la obra, Hamlet duda ante el espectro de su padre, su inteligencia necesita pruebas, por lo cual se pierde en un laberinto de reflexiones, lo que le impide pasar a la acción. Existe un abismo entre el pensamiento y la acción.
Su inteligencia no lo ayuda a encontrar soluciones, por el contrario le plantea falsas salidas, que lo conducen a ponerse en evidencia ante el enemigo. Hay una profunda desconfianza hacia el intelecto, por eso Hamlet se hace el loco. Su peor culpa es la inacción, o la acción equivocada. Hamlet esta perdido en un mundo sin coherencia, y él se inclina hacia el terreno intelectual especulativo, lo que le hace aún más dificultoso pasar a la acción.
El primer monólogo que permite ir descubriendo al personaje, esta dentro del Acto I, escena II. Este monólogo constituye el punto de partida del cambio en la personalidad de Hamlet. Hamlet se siente afectado por la muerte de su madre y por el casamiento de su madre. Ante esta situación, Hamlet demuestra su gran desapego por la vida, su mayor deseo es la muerte, pero no puede suicidarse, porque si así lo hiciera atentase contra su religión. El catolicismo no le permite el suicidio. Este no actuar, indudablemente es un rasgo manierista. Hamlet reflexiona sobre el suicidio, pero no va más allá de la pura reflexión.
Hamlet demuestra un gran rechazo hacia su madre, por no respetar el luto correspondiente por la muerte de su padre. Gertrudis, funciona como un personaje antitético a Hamlet; ya que mientras este es totalmente reflexivo, Gertrudis se deja dominar por las pasiones. El sentimiento que domina este monólogo, es el de asco y rechazo a todo lo que lo rodea.
Otro monólogo importante es el del Acto I, escena V, después que Hamlet habla con la sombra de su padre. Hamlet esta dispuesto a borrar todos los recuerdos de su mente, menos las palabras del espectro de su padre, que guardará y tendrá presente a lo largo de toda la obra.
Hamlet denuncia a un mundo caótico, desquiciado: “¡Sí, este desquiciado globo!...”
Otro parlamento importante de Hamlet, tiene lugar en esta misma escena, pero una vez que ha tomado la decisión de hacerse pasar por loco. “Volverse loco”, es una decisión del personaje, hasta la locura es pensada.
Podemos establecer un puente entre Hamlet y Don Quijote; al igual que el Quijote, Hamlet sufre una locura voluntaria de la cual es victima. En este sentido Hamlet podría tomar las palabras del Quijote: “yo sé quien soy”.
En este monólogo Hamlet no confiesa su plan, pero nos percatamos que ya lo tiene en mente. Le pide a Horacio y a Marcelo que aunque lo vean actuar de manera extraña, no cuenten nada de lo sucedido.
Termina su discurso con las siguientes palabras: “¡El mundo esta fuera de quicio! ¡Oh, suerte maldita, que haya nacido yo para enderezarlo!...” Este enunciado de Hamlet ha traído muchas posturas enfrentadas. Por ejemplo Madariaga, plantea que es una muestra del egoísmo del personaje; pero resulta más aceptada la visión de Goethe, que plantea que Hamlet está en una situación de debilidad, soledad, ya angustia frente al mundo que lo roda.
En el Acto II, encontramos otro monólogo, reflejo de la actitud manierista. En cuanto al desarrollo del tema del monólogo, predomina la interrogación. La constante interrogación si bien refleja la crisis interior del personaje, también es reflejo del hombre manierista que se siente perdido en el mundo. El monólogo carece de una unidad lineal, con lo cual se crea una impresión de desorden interior del personaje.
El mundo se ha convertido en un caos, no hay valores firmes que lo sustenté. En medio de ese caos, Hamlet no puede encontrarse así mismo.
El héroe manierista monologa mucho, porque no puede dialogar, a causa de la absoluta soledad.
El monólogo también esta cargado de hipérboles, que reflejan la búsqueda de un estimulo para el personaje, que lo conduzca a la acción.
Luego hay una serie de enumeraciones que hace respeto a sí mismo, para diferenciarse de Claudio. Hamlet ha estado afuera y regresa a moverse en un mundo hostil. Claudio, es representante del Barroco, busca una salida eficaz. El Barroco manipula, mueve los hilos del mundo. Por el contrario, el hombre manierista se ahonda en la angustia. Claudio intenta actuar, buscando certezas y ventajas. En cambio, a Hamlet le resulta imposible la acción. Incluso cuando esta dispuesto a vengar a su padre, matando a Claudio, no lo hace porque piensa que Claudio reza arrepentido.
Hamlet se preocupa por el después de la muerte, es decir, tiene miedo al más allá, al castigo divino, el cual es otro motivo para la inacción.
Las enumeraciones del monólogo marcan la sensación del todo reducido a palabras; Hamlet busca con palabras despertar la motivación, pero sin embargo, queda atrapado en la paradoja manierista, trata de exaltarse con palabras, pero a la vez esas palabras le impiden pasar a la acción.
Cambia de tema, varias veces en el mismo monólogo. Habla de los actores, dirigiéndose al cómico, como un ejemplo de sí mismo. El actor sigue un papel y finge, en cambio el tiene el motivo y la posibilidad de actuar, pero no puede hacer justicia. El cómico funciona como un espejo de sí mismo; desmereciendo la figura de Hamlet. El cómico, no es nadie, pero es capaz de representar un papel; pero, Hamlet esta por debajo de la figura del cómico, porque no puede actuar. El problema radica en el transito hacia la acción; el cómico sabe adoptar la apariencia necesaria para su papel, sabe representar, no tiene el ser pero sabe fingirlo. Hamlet que tiene la motivación, el ser, no es capaz de adoptar la apariencia necesaria para representar el ser de sí mismo, no puede coordinar la motivación con la acción.
Más adelante proyecta tres imágenes: la ramera, la casquivana, y la fregona. Estas son imágenes negativas de la mujer, que el personaje trae a colación para identificarse con ellas. Son imágenes extraídas de la realidad, que utiliza como espejos negativos de lo que él es. El cómico, demuestra lo que él debería ser, y los tres tipos femeninos son la imagen de sí mismo, de lo que es por no actuar.
Hamlet se desmerece por no actuar, pero de todas formas sigue sin hacerlo. Está es la paradoja, la palabra como sustituto de la acción. La identidad renacentista: palabra- acto, en el manierismo se rompe, porque la palabra frena la acción.
El hombre manierista perdió dos asideros: por un lado lo sobrenatural, que no le alcanza al hombre manierista. A Hamlet, no le alcanza la revelación del espectro, busca la prueba en la representación teatral. Pero por otro lado, también el conocimiento ha entrado en crisis; no basta lo sobrenatural, pero tampoco lo empírico, lo racional. El conocimiento, el saber, provoca una crisis personal en Hamlet. Este saber le impide actuar, y hace que su mundo interior ente en caos absoluto.
Hamlet proclama venganza, pero es una exhortación, que no va seguida de una acción, como se espera.
La constante interrogación muestra la necesidad de estimulo, para que se despierte su accionar. El héroe manierista no puede sacar las fuerzas de sí mismo para el accionar, necesita que alguien lo ofenda para ser estimulado.
Hasta tal punto llega la confusión de Hamlet, que termina cuestionándose su propio ser. Este monólogo se ubica en el Acto III, y es el más conocido de toda la obra, el cual encierra todo el significado de la misma. Se podría decir que este monólogo es una continuación del primero. Nuevamente aparece el deseo de muerte del personaje, y con ello abandonar todos los males provocados por la existencia. Se puede establecer una similitud entre Hamlet y Macbeth. Ambos son personajes que buscan evadir la realidad. En Macbeth el castigo primero, es no poder dormir. En cuanto a Hamlet es tanto el menosprecio hacia el mundo que hallaría en la muerte y en el sueño un remedio para su tortura mental. Hamlet no mata a Claudio, porque no puede hacerlo y Macbeth no logra comprender porque mata a Duncan. Las acciones de ambos personajes, son similares, matan a todos los que no debían matar. Pero hay una diferencia fundamental, Hamlet tiene motivos positivos para actuar; en cambio Macbeth tiene motivos para no actuar. Macbeth es un hombre de acción, en oposición a Hamlet que es un hombre de reflexión.
Es más su dificultad para actuar lo lleva a operar contra personas inocentes, como lo es el caso de Ofelia. Hamlet no solo posterga la acción, sino que la desvía. En el acto III, Hamlet niega ante Ofelia la existencia del amor, y niega la realidad de su pasada pasión por ella. Hamlet pierde el dominio y deja salir el odio que hay en él, pero lo hace con la persona equivocada.
De esta manera son muchos los aspectos, en que la Dinamarca de Hamlet representa la crisis manierista. De esa Dinamarca se desprende una visión del mundo absolutamente sombría, en oposición al mundo renacentista, donde dominaba el orden y el equilibrio pleno. Hamlet se mueve en un mundo inclinado hacia el mal, donde el hombre manierista es la única victima. En Hamlet, nos acercamos al mundo en crisis; Dinamarca padece la destrucción de los ideales renacentistas, y las bases de un nuevo mundo, a la vez que alberga al hombre manierista sumido en la absoluta soledad y desconsuelo.
Otro ejemplo muy importante de la literatura manierista, es el peta francés del siglo XVI, Ronsard. Forma parte de un grupo de poetas denominados “La Plerade”. Dicho grupo aposto a la renovación del lenguaje poético, y alzaron a Francia desde su poesía hacia el Romanticismo, y al final su obra se inclina al manierismo. Una de sus obras más destacadas es “Sonetos para Helena”. Los fue escribiendo a lo largo de su vida, por ello podemos apreciar la evolución de lo clásico renacentista al manierismo. Este soneto se diferencia del soneto de Gracilaso.
“Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela
y el amor de la lumbre, devanando e hilando,
cantarás estos versos y dirás deslumbrada:
me los hizo Ronsard cuando yo era bella.
No habrá entonces sirvienta que al oír tus palabras,
aunque ya doblegada por el peso del sueño,
cuando suene mi nombre la cabeza no yerga
y bendiga tu nombre, inmortal por la gloria.
Yo seré bajo tierra descarnado fantasmas
y a la sombra de mirtos tendré ya mi reposo;
para entonces serás una vieja encorvada
añorando mi amor, tus desdenes llorando.
Vive ahora, no aguardes a que llegue el mañana,
coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida.”
En el poema de Ronsard, se da una imagen de una dama vieja, aunque se remite a un futuro. De alguna manera la primera imagen que tenemos es la de la vejez, no la describe como bella, solo aclara por un dato que algún día la verá bella; en lugar de una descripción de belleza, el poema se abre con la imagen opuesta. No solo se ve la dama vieja, sino también sola y en un entorno domestico. No predomina la claridad sino la penumbra, quien ilumina el primer párrafo es una vela. La dama aparece hilando, tarea sin prestigio ninguno para la época, la imagen modelo clásica es subvertida por el manierismo. Se podría hablar de la “antiamada”.
Las imágenes de Garcilaso atenúan la vejez, ya que uno de los ideales del clasicismo es contener, no apelar a imágenes extremas. Por el contrario Ronsard utiliza imágenes que distorsionan, característica del manierismo. En la amada de Garcilaso el fuego era interior, posicionado en su mirada. En este soneto el fuego se encuentra en el exterior y no es una metáfora que alude a algo más, simplemente es un fuego que tiene la función de encender a una vieja.
Este soneto no trata solo de la amada, sino también de él. El segundo cuarteto está centrado en su autoglorificación. Esta perdida del centro es típica del manierismo, se olvida de su objeto que es la amada y centra el cuarteto en él. Este desequilibrio crea la sensación de fragmentación. En el Quijote está perdida del objeto se hace presente cuando todos se encuentran en la venta y cuentan sus historias, y Don Quijote está eclipsado, dormido.
Regresando al poema, el yo lírico, no solo centra un cuarteto en él, sino que se menciona, aunque sea en boca de la amada. Hay una exacerbación del individualismo donde se autoglorifica.
Esto sucede también a nivel de la pintura, en el Renacimiento el pintor se ubicaba a un costado en la obra, luego pasara directamente al autorretrato.
La amada pasa a ser la que elogia al enamorado, la deslumbrada es ella frente al talento de él. También a la sirvienta le atribuye algo insólito para la época: la sirvienta se va a despertar cuando la amada lo nombra y lo va a bendecir. Esto es disonante desde una perspectiva clasicista, por la presencia de una mujer de clase inferior y por la cierta importancia que tiene en un poema tan corto.
La belleza de la amada disparó la poesía, pero la gloria a ella le viene por él. El poeta es el dispensador de la gloria, es quien inmortaliza a la amada.[4]
En el terceto parecen dos realidades: él ya se imagina muerto y desganado por el tiempo que ha destruido su cuerpo. Pero estará en reposo, su futuro parece mejor que el de ella, ya que no va a tener reposo hilando y revolviendo la añoranza.
Aparece una imagen muy tétrica: “descarnado fantasma”, que se convierte en apacible, ya que el fantasma reposa apaciblemente. La mujer se convierte en una vieja encorvada, imagen de deterioro. El poeta yuxtapone dos imágenes en un mismo tiempo, pero son totalmente diferentes. El poeta se complace en mostrarle este espejo futuro. Reserva para el final lo que Garcilaso centra en su soneto, Ronsard comienza por lo que sería el final en Garcilaso.
Al final parece desligarse del soneto porque la imagen que dio de ella, no es de belleza, aunque sea en un plano futuro la imagen que queda es la de la vieja encorvada. El poeta exhorta que corte la rosa, suponiendo la belleza de la amada. Todo el paso de lo anterior, recae en esta exhortación (carpe diem). Son cuatro las exhortaciones a vivir y a aprovechar antes de que se venga el futuro, que proféticamente predijo el poeta. La amada de Garcilaso tenía la rosa adentro, aquí la amada tiene que cortar la rosa de la vida, porque la de ella no aparece.
BARROCO
Etimológicamente, el término de origen portugués, “barruco”, perla deformada, imperfecta, y por tanto de escaso valor. El arte barroco fue entonces valorado peyorativamente, hasta entrado el siglo XIX, cuando ocurre su revaloración. Este estilo artístico europeo se manifiesta durante todo el siglo XVII, y es producto de una situación histórica caracterizada por una profunda crisis económica, social y religiosa.
Con respecto a España, ésta manifiesta los primeros síntomas de decadencia, pierde su papel preponderante en Europa siendo sustituida por Francia en la dirección de los asuntos del continente: la miseria se va apoderando de la sociedad española y una serie de derrotas en el extranjero van acabando con su poderío militar. El empobrecimiento de la economía frena el ascenso de la burguesía. Los campesinos abandonan el campo para buscar trabajo en las ciudades, que se llenan de mendigos, y delincuentes. La nobleza y el clero, apoyados por la monarquía absoluta, refuerzan su poder. A esta crisis económica contribuyeron varios factores: el descenso del oro que llegaba de América, el coste de los conflictos bélicos, el desmoronamiento de la agricultura y el derroche de la corte. Todo ello provocó varias bancarrotas y el empobrecimiento del país.
La crisis se manifiesta en todo lo creado por el hombre, por supuesto que las artes se van conmovidas: nada queda ya de la alegre confianza en la Naturaleza, la vida deja de verse como una brillante fiesta en la que el hombre participa, para pasar a ser un doloroso problema. La tranquila seguridad vital de la época anterior se sustituye por una angustiosa incertidumbre, por una formidable tensión espiritual.
La sociedad barroca se debate entre dos extremos: por un lado la suntuosidad, el lujo y los sueños de grandeza, por otro lado, el desaliento, la pobreza, las derrotas militares y la corrupción política. Ese contraste entre lo que es, y lo que se desea ser, constituye uno de los rasgos más característicos de la época, se resume en un obsesivo afán por aparentar y en el gusto por el espectáculo.
La corriente clasista está presente en el Barroco desde el principio y se puede comprobar como corriente subterránea en todas las formas particulares de este arte. Antes del barroco se podía decir si la intención artística de una época era en el fondo naturalista o antinaturalista, integradora o diferenciadora, clásica o anteclásica; pero ahora el arte no tiene ya carácter unitario en este sentido estricto, y es a la par naturalista y clásico, analítico y sintético.[5]
La denominación del arte del siglo XVII, bajo el nombre de barroco es moderna. El concepto fue aplicado en el siglo XVIII, cuando aparece por primera vez, todavía exclusivamente a aquellos fenómenos del arte que eran sentidos, conforme a la teoría del arte clasicista de entonces, como desmesurados, confusos y extravagantes.
La mentalidad barroca: La actitud serena y vitalista del Renacimiento deja paso en el Barroco a un profundo sentimiento de inestabilidad que lleva al hombre al pesimismo y el desengaño. Este progresivo cambio de la mentalidad tiene como consecuencia una evolución de los gustos estéticos. La artificiosidad y el desequilibrio presentes en el arte de esta época se derivan de esta angustia y escéptica visión del mundo. El alejamiento de los modelos clásicos, que habían representado en el Renacimiento la armonía y el orden, es una manifestación más de la incomprensión de la existencia. Las obras tienden a la mezcla de elementos diversos, a las rupturas de las normas establecidas y a la búsqueda de nuevos cauces de expresión; el dinamismo y la complejidad de las formas, la exageración expresiva, la grandiosidad y la acumulación son rasgos principales del Barroco y el reflejo de un mundo que se percibe confuso e híbrido.
En resumen las características del Barroco son las siguientes:
- La vida es considerada tránsito hacia la muerte. La existencia se concibe como una extinción, el tiempo pasa imperceptiblemente y conduce a la decadencia y a la destrucción. El sueño, el desgano, la brevedad de la vida, la fugacidad de las cosas, son algunos de los temas fundamentales de la literatura barroca.
- El mundo es un engaño y una irrealidad; nada es en él duradero. La vida es un sueño del cual se despierta en el momento de la muerte. Las actitudes ante esta concepción de la vida se pueden manifestar literalmente de diversos modos: a través de la crítica o la sátira de la realidad, mediante la evasión a través del entretenimiento o por medio del conformismo.
- Desconfianza en la naturaleza humana. El hombre barroco se ve obligado a desenvolverse en un mundo de falsas apariencias y para ello desconfía. El barroco proyecta una visión escéptica y pesimista de la sociedad. Se desarrolla el género de la picaresca, que refleja la visión escéptica de la sociedad y del ser humano en un mundo de engaños y penalidades.
- El pesimismo favorece la búsqueda de respuestas en el ámbito religioso. En literatura se crean temas como la predestinación o la salvación.
- La inestabilidad se manifiesta en la expresión del movimiento en el arte. El estilo se hace dinámico y complejo. Se desarrolla una literatura difícil y recargada. Los autores recurren a menudo a la exageración.
- Tendencia al contraste a la desproporción. Se presentan simultáneamente elementos contrarios: la belleza y la fealdad, lo serio y lo satírico, lo sublime y lo vulgar; la idealización y la caricatura. Los autores rompen la armonía renacentista entre forma y contenido. Culteranismo y conceptismo son dos modos diferentes de deshacer dicha proporción. El primero potencia la forma, el segundo, el contenido.
- Se persigue el efectismo y la sorpresa. La literatura persigue la originalidad. Se aparta de las normas clásicas del Renacimiento. Se busca una expresión inaudita, diferente.
Hay varios textos que muestran y son reflejos de la mentalidad barroca. Un claro ejemplo de autor barroco es Góngora. Paso a citar un soneto de dicho autor compuesto en 1582.
“Mientras que por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio del llano
mira tu blanca frente el lirio bello;
mientras a cada labio, por cogerlo,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tu y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”
Este es un poema sobre la literatura, es una especie de respuesta al soneto XXIII de Garcilaso. Evalúa el soneto de Garcilaso porque lo imita, aunque esta imitación no es respetuosa sino paródica, por ello exagera la anáfora.
Hay una hierbolización del modelo, típico del manierismo, que finaliza en la deformación. Es característico del manierismo trabajar literatura sobre literatura, por ello la sensación de artificiosidad, marcando como la forma no logra imitar al modelo. El manierismo toma el modelo y lo exagera, es decir lo imita para subvertirlo (el modelo y las formas son insuficientes). Por ejemplo en el Quijote se reconoce el valor de algunos elementos de la novela de caballería, pero la parodia es una especie de amor- odio. A diferencia del manierismo, el barroco lo que hace es degradar al modelo. El barroco utiliza lenguaje vulgar, presenta a los personajes en actitudes de seres marginales; es decir, no parodia al modelo, sino que lo ataca. Ejemplo de esto son poetas como Góngora y Quevedo. De todas formas los autores barrocos se aferran al modelo cristiano, que según ellos aún funciona.
Quevedo es un claro ejemplo del arte barroco. Este autor emplea hipérboles, apostando a lo emocional y a lo sensorial, y es totalmente oximorónico, une los contrarios para impactar más (ej: “Amor constante más allá de la muerte”)
Poema “con ejemplos muestra a Flora…”
El énfasis del poema se desplazo hacia el barroco moral, por ese retorno a un catolicismo militante. Implica un intento de regresar al cristianismo medieval. Todo lo que dice en los cuartetos tiene la finalidad de resaltar lo fugaz de la belleza, para que la amada tome conciencia de ella. Se resalta la fugacidad del tiempo y de la belleza.
Todo lo enumerado en los dos cuartetos constituye una metáfora impura. Se establece una relación de identidad entre los ocho versos iniciales con “reprehensiones”, esos elementos le hacen ver a ella, que todo es pasajero. Esta todo al servicio de la moral, lo que implica un gran cambio con respecto al Renacimiento. En ningún momento hay exhortación a que disfrute, el texto oscila entre la moral y la angustia.
La angustia termina ahogando la exhortación. La naturaleza parece darle consejos a la amada, convive con ella. En Góngora la amada compite con la naturaleza; pero en el barroco la naturaleza aconseja a la amada. Se ve una lección moral de las dos flores. La belleza natural, no se justifica por sí misma, se ha convertido en ejemplo de la moral. Este poema esta cargado de la actitud reflexiva propia del barroco.
“Flora” se encarga de un nuevo valor. Si todo esta sujeto a las leyes de flor (a lo efímero), alguien que justamente se llama “Flora” queda expuesta totalmente por la fugacidad de la vida. No se debe sentir tan orgullosa de la belleza, porque la fugacidad del tiempo está en su identidad.
La naturaleza comprende al jardín, esta más domesticada por la presencia del hombre, pero de todos modos da ejemplos morales. El carpe diem esta implícito en el poema, su soberbia no tiene sentido por la fugacidad de la belleza. En Garcilaso el paso del tiempo lleva a que la mujer luzca más su belleza siendo discreta. En Quevedo, parece que el soneto se termina antes de llegar al carpe diem, el poema se termina con la comprensión de la fugacidad del tiempo.
El barroco es más reflexivo, y no tan vitalista. El dolor es consecuencia de lo tarde, sufre cuando se da cuenta que el tiempo pasa y la belleza ya no dura. El consejo moral se vuelve en “vive el hoy” a pesar de que no sea explicito. El vitalismo del Renacimiento se ha apagado en el barroco, periodo caracterizado por el pesimismo. No hay exhortación a la vida, el resultado último parece ser la angustia general.
Saliendo de genero lírico también podemos observar la influencia del barroco; así sucede en muchas obras de Shakespeare, tal es el caso de El rey Lear, un monólogo de Edmund en el acto I, escena II.
Edmund: “¡Naturaleza, eres mi diosa! A tu ley mis servicios
se consagran. ¿Por qué habría yo de soportar el yugo
de la costumbre y permitir que el mundo
con su arbitrariedad me desherede, y sólo por tener
doce o catorce lunas menos que mi hermano?
¿Por qué innoble o bastardo, cuando mis proporciones
son armoniosas, noble mi intención, legítima mi forma
como su fuese el hijo de una mujer honrada?
¿Por qué se nos señala como innobles, o viles?
¿Por qué como bastardos? ¿Por qué como ilegítimos
a quienes obtuvimos de la furtiva lasciva de la Naturaleza
mas gallardía e ímpetu que el que un lecho insípido,
tedioso y duro sirve para procrear
una tribu de necios, engendrados
entre sueño y vigilia? Bien, legítimo Edgard,
poseeré tu patrimonio.
El amor de nuestro padre es el del bastardo Edmund
tanto como lo es de su hijo legítimo. ¡Qué graciosa palabra, su “legítimo”!
Pues muy bien, mi legítimo, si esta carta llega
y prospera mi ardid
el bastardo Edmund suplantará al legítimo.
Crezco, prospero. ¡Oh, dioses, en pie con los bastardos!”
Este monólogo no expresa una reflexión, el personaje declara una decisión. A pesar de que abundan las preguntas no hay dudas, la decisión de conspirar contra su hermano ya esta tomada, y las preguntas retóricas solo funcionan como justificativo de su decisión. Este monologo nos informa acerca de las intenciones del personaje, logrando un mayor conocimiento del mismo.
Este tipo de monólogos es más frecuente encontrarlos en boca de personajes secundarios, y no en boca del héroe trágico; ya que son propios de personajes no conflictivos interiormente. Es propio de personajes con un mundo interior muy resuelto y muy unitario: “personajes maquiavélicos”. Estos personajes no debaten consigo mismo, lo que justifica la confianza que se desprende del monólogo.
Además de crear expectativas en el público, contribuyen ha hacer avanzar la acción.
El monólogo de Edmund comienza enunciando a la naturaleza. La naturaleza es su diosa, porque lo ha consagrado bien. Hace a un lado la ley de los hombres, para defender los “derechos naturales”.
En las últimas palabras del personaje observamos a un individuo seguro de sí mismo, y seguro de que va a lograr lo que quiere.
Too el monólogo esta enmarcado en exclamaciones, convocando a los dioses para que tomen partido por los bastardos.
La mentalidad de Edmund, es una típica mentalidad barroca. A pesar de tener muchas cosas en contra, no se impide actuar. El hombre barroco actúa en el mundo, más allá de la conciencia de todo mal. Los personajes barrocos tienen una actitud activa, distinta a los personajes manieristas. La culpa proviene del exterior, del mundo, que es lo que justifica la acción de los personajes.
Otro autor barroco es Lope de Vega…El caballero de Olmedo, jornada III, monólogo de Alonso.
Alonso: “No es posible.
mas otro será, que yo
Soy Don Alonso Manrique…
Si es invención, ¡meta mano!
Volvió la espalda. Seguirle
desatino me parece.
¡Oh imaginación terrible!
Mi sombra debió de ser…
Mas no, que en forma visible
dijo que era Don Alonso.
Todas son cosas que finja
la fuerza de la tristeza,
la imaginación de un triste.
¿Qué me quieres, pensamiento,
que con mi sombra me afliges?
Mira que temer sin causa
es de sujetos humildes.
O embustes de Fabia son,
que pretende persuadirme
porque no me valla a Olmedo,
sabiendo que es imposible.
Siempre dice que me guarde,
y siempre que no camine
de noche, sin más razón
de que la envidia me sigue.
Pero ya no puede ser
Que don Rodrigo me envidie,
pues hoy la vida me debe;
que esta deuda no permite
que un caballero tan noble
en ningún tiempo la olvide.
Antes pienso que ha de ser
para que amistad confirme
desde hoy conmigo en Medina;
que la ingratitud no vive
en buena sangre, que siempre
entre villanos reside.
En fin, es la quinta esencia
de cuantas acciones viles
tiene la bajeza humana
pagar mal quien bien recibe.”
Lope escribe tragicomedias, reflejo de la armonía con su mundo, y con las instituciones. No era un hombre muy problemático, por lo cual no tenía una visión trágica del mundo. Hacia fines de la década del veinte, como no recibe reconocimiento de la corte, adquiere una visión más pesimista, y se dedica a escribir literatura más seria. Como no consigue nada de eso en la poesía lírica, asoma en él un profundo descontento. Pero este disgusto nunca devino en una visión trágica del mundo, en sus obras siempre se llega a una solución, nunca la armonía es totalmente destruida.
En el principio del monólogo hay un conflicto establecido en torno a la toma de una decisión; pero es distinto al Manierismo. Es un monólogo muy estructurado, basado en el razonamiento, va considerando posibilidades y la descarta. Finalmente descarta el hecho de que Rodrigo le haga daño, por la deuda que tiene para con él por haber salvado su vida. El público se llena de angustia, porque el personaje descarta todo lo que podría salvarlo.
Toma una decisión de índole práctico. El toma en cuenta los valores, sin ponerlos en tela de juicio.[6] Se refiere a cosas comunes de acuerdo a sus valores: el miedo no es de caballeros, y la ingratitud es cosa de villanos. Hay un debate consigo mismo, pero también hay un proceso de razonamiento que le permite tomar una decisión. Se centra en un aspecto práctico que le permite razonar. Su mundo no ha perdido coherencia, en él no existe la duda subastadora sobre todo como sucede en el caso de Hamlet.
Es un típico monólogo barroco, nace de un presentimiento que lo leva a tomar una decisión de índole práctica. El personaje no es guiado por la pasión, por eso no tiene carácter trágico.
Otro ejemplo de Lope de Vega: Peribáñez y el Comendador de Ocaña (Jornada II)
Peribáñez: “¿Qué he visto y oído,
cielo airado, tiempo ingrato?
Mas si deste falso trato
no es cómplice mi mujer,
¿cómo doy a conocer
mi pensamiento ofendido?
Porque celos de marido
no se han de dar a entender.
Basta que el Comendador
a mi mujer solicita;
basta que el honor me quita,
debiéndome dar honor.
Soy vasallo, es mi señor,
vivo en su amparo y defensa;
si en quitarme el honor piensa
quitaréle yo la vida:
que la ofensa acometida
ya tiene fuerza de ofensa.
Erré en casarme, pensando
que era una hermosa mujer
toda la vida un placer
que estaba el alma pasando;
pues no imaginé que, cuando
la riqueza poderosa
me la mirara envidiosa,
la codicia también.
¡Mal haya el humilde, amén,
que busca mujer hermosa!
Don Fadrique me retrata
a mi mujer; luego ya
haciendo dibujo está
contra el honor, que me mata.
Si pintada me maltrata
la honra, es cosa forzosa
que venga a estar peligrosa
la verdadera también.
¡Mal haya el humilde, amén,
que busca mujer hermosa!
Mal lo miró mi humildad
en buscar tanta hermosura;
mas la virtud asegura
la mayor dificultad.
Retirarme a mi heredad
es dar puerta vergonzosa
a quien cuanto escucha glosa,
y trueca en mal todo el bien…
¡Mal haya el humilde, amén,
que busca mujer hermosa!
Pues también salir de Ocaña
es el mismo inconveniente,
y mi hacienda no consiente
que viva por tierra extraña.
Cuanto me ayude me daña;
pero hablaré con mi esposa,
aunque es ocasión odiosa
pedirle celos también.
¡Mal haya el humilde, amén,
que busca mujer hermosa!
El conflicto de este monólogo, esta dado por la condición social del enunciador: vasallo, y por querer “mujer hermosa”. Pero hay una solución: si el Comendador solicita a la mujer, el lo asesina. La condición social de Peribáñez, no permite considerarlo héroe trágico, además la decisión ya está tomada.
Hay mucho dolor y furia en el personaje, pero no hay conflicto amor- honor. El personaje no debate consigo mismo, se debate un asunto práctico, para luego tomar una decisión clara: matar al Comendador. La acción importa más que la psicología de los personajes. En Peribáñez no se generan dudas acerca de valores, no hay pensamiento trascendente, el personaje tiene claro lo que debe hacer.
Ambos monólogos apuntan a tomar decisiones concretas, típicas del teatro barroco.
Otro ejemplo: Calderón de la Barca, La vida es sueño, monólogo de Segismundo (Jornada II)
Segismundo: “Es verdad, pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplaudo que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!);
¡que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueño el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
Es un monólogo barroco por el tema que plantea: la imposibilidad de distinguir entre lo real y lo soñado. La incapacidad de ir más allá de las apariencias para descubrir la verdad.
Es un personaje barroco, de manera para comprobar que todo sea sueño no lo destruye, ni pone en cuestión los fundamentos de su ser, por el contrario saca una visión práctica, típica del barroco. En vez de perderse en el filosofar, llega a la conclusión de que debe controlarse esa condición. Acepta que no sabe nada, que la vida es sueño, pero tal vez otra vez otra vez le toque soñar. Se ve una actitud activa, de preparación, reprime el carácter, lo que es típico del barroco. Ese tema que angustiaría a un manierista, el personaje barroco está decidido a actuar, y a adquirir una actitud práctica.
Ya que toda la vida es sueño, lo único que puede hacer es actuar dentro de ese sueño. Esa comprobación podría dar lugar a dos extremos: que nada tiene sentido, nada tiene valor; o pensar que todo vale, que se puede hacer cualquier cosa.
Segismundo se prepara para lo que le toca soñar después, no tiene duda del próximo sueño. La actitud barroca, ante el fingir de todos los demás, es optar por fingir también. El piso de Segismundo, es la comprobación de que la vida es sueño. Nada es real, todo es sueño, esta comprobación es lo que le permite a Segismundo actuar.
Para el barroco el abismo –que hay en el manierismo- entre el pensamiento y la acción, no existe. Lo que se pintaba como una tragedia, termina siendo una tragicomedia. Deja de lado los sentimientos y toma todas las decisiones. Actúa con ingratitud y con injusticia, también acorde con el barroco, el actuar esta por encima de la reflexión. Lo que al manierista se le hace difícil: el actuar, en el barroco, esas mismas cosas, que sirven como fundamento para ese actuar. Lo que al hombre manierista lo destroza, al hombre barroco le permite iniciar su acción.
Fuentes: (Andrea)
Ø Dubois, C-G. El Manierismo. Ed. Península. Barcelona, 1980.
Ø Hauser, A. Historia social de la literatura y el arte. Tomo II. Ed, Guadarrama. Madrid, 1974.
Ø Hauser, A. Origen de la literatura y el arte modernos. Ed. Guadarrama. Madrid, 1974.
Ø Apuntes de clase.
[1] Hauser, Historia social de la literatura y el arte. Tomo II. Ed. Guadarrama. Madrid, 1968.
[2] Hauser, Historia social de la literatura y el arte. Tomo II. Ed. Guadarrama. Madrid, 1968.
[3] Dubois, Claude-Gilbert: El Manierismo. Ed. Península. Barcelona, 1980.
[4] Esta postura es Renacentista y adoptada por el Manierismo y el Barroco.
[5] El barroco mostró un acusado interés por el realismo, en pintura, se representa tanto lo hermoso como lo feo, y reflejo de este realismo es el tratamiento que se da a la luz y a la perspectiva. Ejemplo: “Las meninas”, de Velásquez. (considerando que Vanina (profesora de dibujo) está en la mesa de examen me parece oportuna la aclaración)
[6] Actitud opuesta al Modernismo.
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