Louis Braille: un antes y un después
por Osvaldo Guzmán (organista, Argentina)
Son muchos los musicos ciegos que han escrito su nombre con letras de oro en la historia de la música.
La primera pregunta que podríamos hacernos es ¿cómo y con qué método cimentaron su actividad profesional antes de la existencia de la musicografía Braille?
En muchos casos se destacaron como estupendos improvisadores, pero en el rubro de los compositores de seguro necesitaron de otra persona para volcar el resultado de sus inspiraciones en el papel.
Se desconoce la fecha de nacimiento del célebre vihuelista ciego Miguel de Fuenllana, autor de la obra titulada Orfénica Lira, colección de piezas de diferentes autores, dedicada a Felipe II. Se cuenta que al venir de Francia Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe, trajo consigo a un grupo de destacados instrumentistas; con ellos alternó Fuenllana y de esa manera sus obras transpusieron las fronteras de España.
Es importante la influencia de este músico ciego en la música española del siglo XVI, por su arte en encontrar los acordes mejores y el contrapunto apto para el acompañamiento de las melodías populares.
El tratadista y compositor Fray Juan Bermudo en su “Declaración de Instrumentos”, lo señala como uno de los mejores “tañedores”.
Se cree que su muerte acaeció alrededor de 1579.
Uno de los ejemplos más destacados es Francisco de Salinas (1513-1590), compositor, intérprete, humanista y matemático español a quien Fray Luis de León cantara en su oda tercera:
"El aire se serenay viste de hermosura y luz no usada,Salinas, cuando suenala música extremadapor vuestra sabia mano gobernada.a cuyo son divinomi alma, que en olvido está sumida,torna a cobrar el tinoy memoria perdidade su origen primero esclarecida”.
No menos trascendente es la figura de Antonio de Cabezón (1510-1566), músico renacentista que estuvo al servicio de Felipe II durante cuarenta años. Viajó a Inglaterra con el monarca e influyó grandemente a los virginalistas ingleses.
Uno de los más importantes centros de peregrinación del siglo XVII en España fue Daroca, ciudad famosa por el misterio de los corporales, sus siete iglesias y sus siete conventos.
En ese ambiente de espiritualidad, nació y se formó como músico Pablo Bruna (1611-1679), conocido históricamente como “el ciego de Daroca”.
En su época surgió una polémica popular en la que se discutía si Bruna era mejor organista que Andrés Peris, ciego también él, titular de la catedral de Valencia. Sus contemporáneos, Rodríguez y Martel, dicen que Bruna convierte la ceguera ”en gozo y habilidad”.
Muchos músicos de su época se formaron bajo su conducción; en el tema que nos ocupa se destaca Pablo Nasarre (1650-1730), el organista ciego del Real Convento de San Francisco de Zaragoza.No podemos olvidarnos de John Stanley (1713-1786), relevante compositor y organista ciego londinense, graduado en Oxford y director de la banda del rey. A través de la historia, hay hechos, invenciones o descubrimientos de carácter delimitantes, capaces de establecer de un modo inequívoco, un “antes” y un “después”. Así pues, el descubrimiento de la penicilina, la utilización de la electricidad, el primer transplante cardíaco, la caída del muro de Berlín, etc., son algunos entre miles. Y por supuesto, Louis Braille y su sistema de lectoescritura y su musicografía establecen el paso de las sombras a la luz, de la incomunicación a la comunicación, de la ignorancia al conocimiento.Braille cumplió funciones como organista en una iglesia de París, por lo que podemos deducir que fue el primer beneficiario de su propia invención. En las postrimerías del siglo XIX, surge la figura de Louis Vierne (1870-1937), compositor de fuste, brillante pedagogo y organista titular por más de treinta y seis años de la Catedral de Notre-Dame de París.Él solía decir: “Mi objetivo como músico es despertar las emociones”. El maestro murió en circunstancias muy especiales: Cayó sin vida sobre los teclados del órgano durante la ejecución de una Misa. En Alemania, se destaca el maestro Helmut Walcha (1907-1991,), organista de reconocida trayectoria, del que pueden conseguirse en plaza sus grabaciones de la obra completa para órgano de Johann Sebastian Bach.
Al respecto tengo una anécdota personal: En mis primeras incursiones en el órgano, al descubrir a Walcha despertó en mí una gran admiración por sus interpretaciones. En mi fuero íntimo, entre admiración y rebeldía, repetía para mí y mis amigos: “Claro, con la partitura delante tocar toda la obra de Bach es mucho más sencillo”. Esta afirmación se trocó en asombro al saber que Helmut Walcha era tan ciego como yo, pero con una diferencia enorme a su favor, él era Helmut Walcha.
Volvemos en este recorrido imaginario nuevamente a Francia y mencionaremos a varios egresados de L’Institution de Jeunes Aveugles de París.
Los reconocidos maestros André Marchal y Gaston Litaize, a quien tuve oportunidad de conocer personalmente en 1989, en la celebración de su cumpleaños ochenta. En la ocasión se reunieron sus alumnos para un concierto homenaje. Litaize era de una personalidad adusta, severa, casi irritante y en su participación como broche del encuentro, hizo gala de sus dotes de improvisador de una forma muy particular. Sus pies y su mano izquierda tocaban el órgano, mientras la derecha lo hacía en un piano de cola que le habían acercado lo más posible a la consola.
En esa velada escuché también a Louis Thiery, que además de ser ciego, había perdido dos dedos de su mano izquierda en un accidente en su infancia manipulando elementos de pirotecnia. Su interpretación fue brillante pese a su carencia física; pero más allá de mi observación personal vale lo dicho por Olivier Messiaen: Thiery es el mejor intérprete de mi obra para órgano” y esto en labios del compositor y organista de la Trinité, es una distinción singularísima.
Aquella noche del 11 de diciembre de 1989, actuaron también Jean Pierre Legay, uno de los cuatro actuales titulares de la Catedral de Notre-Dame y André Pagenel, titular de la Catedral Saint-Étienne de Bourges, docente, organista y gran improvisador.Ya en España, se alza la figura del gran Joaquín Rodrigo, del que sería superfluo agregar datos en este artículo por su conocida trayectoria.Merece una mención especial, el trabajo del maestro ciego Juan Briz, de importante actividad en la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE), dedicado con ahínco a las transcripciones al Braille, actividad que alternaba con las de compositor y pianista. En nuestro país (Argentina), muchos profesionales impulsaron a los ciegos a utilizar la musicografía Braille, como elemento fundamental de lectura y escritura musical, echo que da por tierra con la creencia popular de que el ciego hace música solamente de oído.Hay que resaltar al grupo de profesores del antiguo Instituto Nacional de Ciegos, con el profesor Cisneros en la cátedra de violín y el profesor Rodríguez Crespo en la de guitarra. Egresado del Instituto, fue el músico ciego de Rosario Samuel Feldman, creador de la música del himno a Braille que con textos del ciego mendocino Carlos Roc, obtuviera el primer premio en el concurso organizado en 1952, con motivo de cumplirse el centenario de la muerte de Braille.También en Rosario, fue fructífera la labor de los profesores ciegos Julián González y Eugenio Aefelix y en la actualidad, la infatigable tarea del profesor Guido Maranzana.
La institución sucesora del antiguo Instituto, el Patronato Nacional de Ciegos en el que brillaron en la docencia profesionales de la jerarquía de Ramón Vilaclara en cello, Pedro Napolitano en violín, Rafael González en piano, Raúl Torrado en Armonía y Contrapunto, Elda Corrado en teoría y solfeo y piano y Pascual de Rogatis, compositor de un hermoso himno del Patronato.
También es preciso mencionar al español Julián Baquero, verdadero impulsor del Braille y de su musicografía, violinista él, integrante de un dúo con su compatriota, el pianista ciego Segismundo Taladriz. Pero el mayor aporte de Baquero, fue la fundación de la Biblioteca Argentina para Ciegos hecho acaecido el 18 de septiembre de 1924.
Desarrolló una interesante labor como músico Antonio Pegoraro, pianista y compositor ciego y en la década del cuarenta, fueron verdaderos impulsores de la musicografía Braille el maestro Carlos Larrimbe, fundador del Coro Polifónico Nacional de Ciegos y el maestro Pascual Grisolía, creador de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos.
Dos verdaderos visionarios que con sus emprendimientos, legaron a los ciegos argentinos y de países limítrofes dos fuentes de expresión artística insuperables y posibilidades laborales dignas que son ejemplo en el mundo. Profesores del Hogar-Escuela Manuel Belgrano, hogar-escuela Santa Cecilia y del instituto Román Rosell, tales como Andrés Fourzans, Gustavo Wilkinson, Luis Cardozo, Santiago Colomna, Marina Genero, Héctor Iglesias Villoud entre tantos otros.Merecen figurar en esta humilde enumeración, el reconocido tiflólogo Pedro Ignacio Rosell Vera, luchador infatigable y la tesonera y altruista profesora Edith Sbako. De la mano de esta última surgieron la mayoría de los actuales integrantes del Coro de Ciegos y un importante número de músicos de la Banda Sinfónica.
Hay un caso encomiable en Córdoba; se trata de la pianista y docente Elvira Ceballos. Su intensa actividad en la ciudad mediterránea y sus viajes periódicos a Ecuador para enseñar musicografía y otras materias a potenciales músicos ciegos y lo que es de remarcar, la instrucción de docentes con visión para apuntalar el trabajo iniciado por ella, la hacen acreedora de una mención especial.
Sin dudas, en esta enumeración de personalidades que impulsaron la musicografía Braille a nivel nacional, hay involuntarias omisiones; es intención de estas líneas al recordarlas aquí, traerlas a la consideración de las nuevas generaciones de modo de avivar el interés por la práctica de la música, pensada como profesión y como canal idóneo de expresión. De seguro, las nuevas tecnologías permiten a los ciegos navegar en el mar inconmensurable del saber, pletórico de atrapantes revelaciones y desafíos.La marcha avasallante del progreso en este campo, permite cargar en pequeños adminículos una cantidad de información imposible de trasladar y manejar en escritura Braille. Los nuevos profesionales ciegos echan mano a estos maravillosos hallazgos de la informática, pero es de desear que no dejen de abrevar en las fuentes del sistema Braille, porque nada podrá reemplazar el gozo intelectual, espiritual y hasta físico que produce el contacto de nuestras yemas con ese signo generador de seis puntos, la lectura directa, el contacto íntimo con el libro, camino seguro para estructurar nuestros conceptos e ideas y para lograr una aceitada comprensión de los textos leídos. Seis faros encendidos en 1825 y que permanecen cual antorchas votivas, iluminándonos… Por eso, ciegos del mundo: ¡Honremos a Braille!
Osvaldo Guzmán (organista, Argentina)escrito en 2009,
Bicentenario del nacimiento de Louis Braille
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